miércoles, 14 de octubre de 2009

Distance

And yet, i'm still moving on, as i always have. I'm aware of all my surrounding, as if nothing has ever changed on me, as if i was supposed to be on this. Still, i'm lacking something. What is it? I know it, but I'm till uncapable to achieve it, therefore, to confess it: self-assurance. And I've been there a million times, the right moment to say the words and speak my mind has been lost in all of these ocassions. But I've told her, why? I guess the 'safety' provided by distance.

miércoles, 1 de julio de 2009

sábado, 24 de enero de 2009

Machismo

Un grupo de por lo menos 30 personas dispuestas en círculo rodeando lo que podría haber sido el ring de pelea, en el que dos hombres listos para liarse a golpes se lanzaban insultos mientras eran separados por otros varones contra su voluntad.

Fue este típico cuadro lo que me hizo volver a nutrir este blog.

Desde que íbamos en la secundaria, y me atrevo a pensar que pronto será común también en la primaria, hemos sido testigos de conflictos de este tipo: cierto día “Merengano” se entera de que “Fulana” le está poniendo el cuerno con “Perengano”. Al poco tiempo, Fulana y Perengano comienzan una relación después de haber mandado al diablo a Merengano. El orgullo de Merengano está por el piso, se siente impotente y no puede aceptar la situación; a su manera de ver las cosas, él es el culpable de que su relación haya terminado. Al final de clases Merengano retiene a Perengano, discuten, se insultan, y comienzan a pelear. Fulana queda perpleja viendo como su ex novio golpea brutalmente a Perengano, y corre en su defensa, mientras sus compañeros de clases forcejean por separar a los contrincantes.

Merengano, en lugar de analizar su situación fríamente, se dejó llevar por sus impulsos y no satisfecho de haberle roto la nariz, le ha “prohibido” volver a acercarse a su chica. En su afán de que alguien pague por la ofensa, Perengano, siendo en esta “historia” el único libre de toda culpa, fue en quien ha desahogado su frustración. No es capaz de imaginar que en realidad Fulana es el problema: es ella quien le ha fallado. Peor aún, Merengano no puede imaginar que las decisiones que Fulana tome respecto a su vida no estarán sujetas al score de la pelea: lo que ella piense o decida no le importa en lo absoluto. Posiblemente Merengano ni siquiera esté tan profundamente enamorado de Fulana, pero se vio “humillado” por ese par frente a todo el salón, y tuvo que demostrar su hombría.

El problema de Merengano es su machismo ya que no es capaz de respetar a la mujer, su “palabra es la Ley” y en su actitud machista, no le es posible aceptar que Fulana es libre de hacer con su vida lo que desee. Las mujeres no son más que “propiedades” para él, el que una mujer le haya visto la cara es inconcebible, y su concepto de justicia lo obliga a castigar al “ladrón”. Perengano ahora sabe de lo que es capaz su nueva “Elena” y si sigue el patrón de conducta socialmente aceptado, tratará al próximo “raptor” de igual forma que Merengano.

Incluso en las telenovelas, es de lo más normal ver este tipo de escenas, magnificando su relevancia, sus consecuencias, los detalles; modificando un poco la dinámica de los hechos, pero al fin y al cabo de eso tratan. Lo que es peor, eso enseñan.

En otro orden de ideas, hemos visto fuertes campañas y leyes que fueron aprobadas para “proteger” a la mujer. Se trata de una propaganda aparentemente feminista entre cuyas superficiales intenciones, está la de garantizarles seguridad, respeto, dignidad… ¿No está determinada acaso entre las máximas de nuestra Carta Magna la equidad de género? ¿Qué necesidad hay entonces de formular leyes exclusivas para las féminas? Lejos de promover la equidad, bajo esta farsa persiste el machismo.

Es claro el mensaje de estas campañas: el sexo femenino necesita protección, por lo tanto es débil.

martes, 13 de enero de 2009

Los delgados dedos recorrían las diferentes texturas dentro de su bolsillo. Uno de los objetos que su yemas sentían era distinto: triangular, con lija para asegurarse a la piel y evitar que se resbalase pero los otros tres eran idénticos; bueno casi, excepto por uno que era ligeramente más liviano y no tenía los bordes lisos como los otros dos; pero sus manos sudaban a tal grado que era casi imperceptible y era su peso lo que lo delataba. Procuraba que las vueltas que le daba a los objetos circulares fueran al ritmo de sus pasos, y si fallaba, repetía el proceso dándole la vuelta hacía el otro lado.
Exploraba con la lengua su cavidad bucal, en busca de residuos para después escupirlos al asfalto, y con esto además se cercioraba de que todas sus piezas dentales estuvieran firmemente colocadas en su sitio; los fierros que estaban adheridos a sus dientes dificultaban la tarea... falso: en realidad la hacían más entretenida. Sacó su mano de su bolsillo y sintió el frío viento pasar por entre sus dedos mientras se la llevaba a la boca, ubicó la pieza desatornilló un poco y retiró el poste de titanio del hueco en su lengua, ya que le estorbaba para continuar el examen. Lo guardó en su cartera.
Mientras caminaba a su destino, iba contando las rayas marcadas en la acera: primero de dos en dos; luego, de tres en tres. Cuando llegó al 40 dejó de contar porque sabía que pronto perdería la cuenta y cambió las reglas de su propio juego, ahora sin pisar los bordes. Lo logró durante 12 pasos, porque los cuadros (o más bien rectángulos, porque había notado hacía mucho que no eran perfectamente simétricos) se iban haciendo más pequeños; pero ya sabía que eso pasaría, había caminado cientos de veces por esa calle y no era nada nuevo para él.
Llegó hasta el puesto metálico más rápido que otras veces, pero no vio las cajitas con el camello. Le tembló la voz, le pasaba siempre que hablaba después de un largo rato de mantener los dientes apretados. El vendedor sacó varias cajitas con el camello y le tendió una. Ya en sus manos, el procedimiento era inercia pura y a los pocos segundos sus pulmones estaban repletos de humo. Devolvió la cajita con el camello al tendero junto con los dos objetos idénticos y el similar que traía en su bolsillo y con un ademán se volvió sobre sus pasos.

La búsqueda de ratros de comida terminó así como el juego dentro de su bolsillo, pero sus pies seguían inquietos...